miércoles, 17 de septiembre de 2008

Menos es más





Cuando dejé mi pequeño palacio de Versailles, sentí un terrible alivio. En mi auto estaba cargada la practicuna de mi hijo, unos cuantos jugetes y un par de valijas con mi ropa. Ni una cucharita, ni una taza de café. Fue un gran alivio, la tormenta afectiva estaba cediendo, el viento había dejado sólo lo importante en su lugar, el resto estaría en otras orillas.



Empezar de vuelta no fue fácil, pero esa sensación de no tener mochilas que acarrear, fue el respirar más hondo de mi vida. Cuando entré a mi nuevo departamento, con las bombitas de luz colgando... el olor a plastificado de pisos y las paredes prístinas fueron una impactante bienvenida a una nueva etapa. La etapa en que menos sería más.



Lo minimalista del nuevo hogar también se conjugaba con lo minimalista del corazón herido de guerra, con proyectos de sanación homeopática. A la sensación de soledad que me había llevado a la separación, le deparaba más soledad sanitaria. Despojo de recuerdos, de utensilios, de proyectos, de personas. Botiquín repleto de paredes blancas, polvillo, y cajones vacios.



El tiempo pasó, y el terreno devastado volvió a tomar fisonomía propia. Y no entorpecer la racionalidad de lo minimalista de una situación de separación/divorcio, es lo que le dió una nueva entidad al mismo ser. Se fueron colgando cuadros en las paredes, se desarmaron practicunas, los cajones desbordan ... pero es parte de otro capítulo.



Menos siempre será más. La apreciación estética de lo despojado es el mejor ejemplo. Desde las maravillosas esculturas de griegas a esta parte, nada más bello que un cuerpo desnudo. El terreno afectivo, emocional creo que también merece ser expuesto en su más cautivante desnudez. Somos todos autores de dichas piezas de arte, aunque nos escondamos tras ridículos disfraces para tapar lo irreductible, lo escencial: nuestros sentimientos.



Menos hipocrecía, menos vulgaridad, menos superficialidad. Más autenticidad. Más SER.



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